Caminando por esas calles tétricas de la ciudad, viendo los mismos rostros, las mismas figuras, los mismos sentimientos, siguió el alquimista su camino, decidido a terminar con todo esto, cargado con sus pociones y venenos más poderosos, se prepara para dar su golpe maestro, ansioso, con la mandíbula tiritando, suene todos los frascos y probetas ocultas en ese largo abrigo café, su sombrero es azotado por el viento, y en su cuello cuelga la muerte.
Acosado por la luz, no puede abrir sus ojos, se siente feliz, alegre, se siente completo, cargando consigo una prueba de amor y odio, el cual lo nutria hasta lograr la satisfacción completa, con ansias esperaba que ellos legaran, pero solo estaba cometiendo un error, ser muy apresurado.
El sol cae detrás de las montañas poco a poco, tapando al cielo con un ligero manto a naranjado, ansioso, feliz, no cavia en su la emoción, cada vez más se acercaba el momento, en su ojo izquierdo estaba la visión del mundo, en el derecho la visión de las sombras, consumido por el mismo, hechizado, pero meriendo, felizmente aceptaba todo eso, el solo esperaba el momento de verla, y a él también.
Después que el cielo pinto el firmamento con pequeñas luces, el estaba esperando, junto a un poste , ellos dos se acercaban, en la sonrisa de del alquimista se marcaba una sonrisa macabra, pero aun así demostraba felicidad, el se apresuro a acercarse a ellos, sin que ella se diera cuneta, él le susurra unas palabras impronunciables por una lengua humana, ellas aterrorizada se da vuelta, pero el ya no estaba, en cuanto se da vuelta, el alquimista esta frente a ellos, pero se ve diferente, como poseído por algo, pero se ve bien. De la nada una puñal estaba en su mano, y en la otra un pequeño frasco, totalmente vacío pero a medida que se acercaba a ellos una neblina oscura lo estaba rodeando, como si fuesen cadenas, y el frasco se comenzó a llenar con sangre, ella ve su mano y la de su acompañante y aterrada ve que tiene un corte en la mano izquierda cada uno, el alquimista de pasos lentos, pero ellos no se mueven, no pueden, los ojos del alquimista se tornan negros, pero con un pequeño brillo alrededor de los parpados.
Lo único que recuerda ella de aquel falta día, lo único que no ha podido borrar de su frágil memoria, fue el momento en el que ella lo ve muerto en el suelo, y con el puñal en sus manos, pero aun peor, en el abrigo del alquimista lo único que había era una foto, en la foto salía él y ella en el fondo una pequeño bosque, y al reverso una dedicatoria, escrita en tinta verde, la dedicatoria decía
Mi tiempo, acaba de comenzar, me ayudaste, me destruiste, pero me nutrí de todo esto, entendí donde debo estar, no te sientas mal, si no lo hacías tu, el que te acompañaría lo aria, recuerda esto, no te olvides de la promesa que me hiciste, porque de una u otra manera, lo deberás cumplir, no podrás escapar de esto, no podrás mi dulce ángel, no podrás jamás